lunes, 16 de octubre de 2017

3 motivos por los cuales aun estamos lejos de vencer al dolor crónico: día mundial del dolor 2017

Si miro hacia atrás, unos veinte años atrás, probablemente ni hubiéramos entendido el significado de un Día Mundial contra el Dolor. Ni los médicos ni la población estábamos preparados para conocer y reconocer la realidad de los que, por una enfermedad u otra, sufren dolor físico y consecuentemente emocional, de forma prolongada, a veces, para siempre.
La existencia de esta importantísima jornada de concienciación nos permite levantar la voz a nivel institucional y social para que se reconozcan derechos fundamentales de quienes sufren esta condición.
Hoy contamos con unidades del dolor en casi todo el territorio español, con clínicas privadas monográficas, con medios tecnológicos eficaces, con profesionales formados y con muchos más en vías de formación.
Así que la pregunta, llegados hasta aquí, es: ¿Estamos cerca de vencer el “dolor”?
Me temo que las noticias son malas. Las razones, como no puede ser de otra forma en un mundo tan complejo, son varias. Intentaré explicar tres causas que he encontrado, de todas las que se puedan identificar, y que me parecen muy interesantes. Las propongo porque no dependen ni del paciente, ni del proceso patológico en sí. Son más bien sesgos de tipo sociológico y que, en teoría, podrían ser susceptibles de ser mejorados o modificados:

1. No existe consenso sobre lo que es dolor crónico

Los sanitarios tenemos la tentación de tirar la toalla cuando no llegamos a entender un caso clínico o no es efectivo el tratamiento aplicado. Etiquetar algo como “dolor crónico” es una vía de salvación para el profesional y también para el paciente que, al final, tiene un diagnóstico y una explicación para su problema.

2. La cultura de la enfermedad “dolor crónico”

Desde varios sectores, incluyendo a la industria, se ha fomentado el concepto de la existencia de la enfermedad “dolor crónico”, para la cual se ha creado un amplio abanico de medicamentos “ad hoc” que, en su gran mayoría, no son otra cosa que opiáceos y derivados en varias formulaciones, sobre todo las presentaciones de alta biodisponibilidad.
Creada la enfermedad, se ofrece también el remedio. De este modo es más cómodo para el médico y para los gestores de salud pública, para los cuales es también muy tentador afrontar un problema de tal envergadura con un único remedio universal, que no requiere inversión intelectual. Se está demostrando que no ganaremos la guerra al dolor crónico solo con los fármacos, ni los más potentes. 
Desafortunadamente las cosas no son tan simples. No existe evidencia científica alguna de que la morfina y sus derivados sean eficaces en el medio y largo plazo contra el dolor crónico. Uno de los efectos colaterales gravísimos de esta tendencia es que se está creando una bolsa de pacientes realmente adictos a la morfina y que siguen teniendo dolor. Este es un problema a nivel global, pero ya ha llegado también a Europa.

3. El sistema de salud como creador del dolor crónico

Si un paciente tiene una hernia discal y no es candidato a cirugía, pero sí a una técnica de unidad del dolor (por ejemplo, una epidural), el sistema público tiene una capacidad de respuesta de entre tres meses y dos años, en la actualidad. Esto solo quiere decir una cosa: el dolor, de agudo y fácilmente manejable, se transforma en crónico (más de seis meses de duración). La paradoja está servida: este paciente será al final clasificado como “dolor crónico” y posiblemente se le ofrecerá morfina para manejar su dolor. Nos encontramos delante de un sofisticado y perverso proyecto de iatrogenia del cual los médicos solo somos una involuntaria rueda de transmisión.

Ninguno de los tres fenómenos descritos tiene una única forma de ser abordado ni una solución sencilla, ni tampoco rápida. Si en la medicina privada se puede acceder con rapidez a la atención del médico, no es así en los sistemas sanitarios públicos. No es que estos últimos sean malos, todo lo contrario, es más bien que el entorno es cada día más complicado de manejar. El tema de la longevidad y de la gestión de la cronicidad es un verdadero quebradero de cabeza con unos recursos destinados insuficientes.
En Aliviam ofrecemos una atención rápida, casi inmediata, al dolor, porque nos preocupa que el paciente vuelva con fuerzas a su actividad habitual, por ello aplicamos tratamientos mínimamente invasivos y de alta resolución. Siempre que es posible evitamos el empleo de fármacos, aunque los dispensamos cuando así lo requiere el criterio médico y científico.

Feliz Día Mundial del Dolor, “sin dolor”.


lunes, 23 de enero de 2017

Ozono en el tratamiento del dolor: 3 aplicaciones seguras y eficaces

Marcello G. Meli

Si tuviera que comentar alguna anécdota de la consulta del clínica del dolor, seguramente me vendrían a la mente los pacientes que han venido directamente con las ideas claras: "doctor, ¡póngame ozono!"

A este gas le atribuimos poderes milagrosos. Se ha convertido en un fármaco de último recurso, para casos realmente desesperados. En la sala de espera se multiplican los casos clínicos y las leyendas sobre personas curadas inesperadamente por el ozono.

Pero ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Qué es exactamente el ozono? ¿Por qué tiene propiedades terapéuticas? Y sobre todo ¿es eficaz contra el dolor crónico?

Cuando hay una tormenta eléctrica se forma ozono en la atmósfera, de forma totalmente natural. De la misma forma lo producimos en ambiente industrial o en nuestras clínicas, haciendo pasar electricidad a través de tubos que contienen oxígeno.

Su aplicación médica se basa en aprovechar su gran capacidad oxidante frente a biomoléculas, generando un estrés controlado que activa respuestas endógenas antioxidantes.

Según un acreditado estudio de Bocci, el ozono puede oxidar lípidos, proteínas, carbohidratos y ADN, obteniendo sobre el organismo varios efectos:
  • mejor distribución del oxígeno 
  • activación del sistema inmunitario 
  • liberación de factores de crecimiento 
  • liberación de células madre 
  • liberación de glóbulos rojos 
  • y regulación de enzimas antioxidantes

Que el ozono es biológicamente activo e incluso potencialmente tóxico lo demuestra su acción nociva sobre las células pulmonares (su inhalación es peligrosa) y su potente actividad germicida (se emplea para desinfectar y potabilizar el agua).

¿Puede utilizarse con seguridad y eficacia también en el tratamiento del dolor?

Si se lo preguntamos a la base de datos Pubmed obtenemos 138 resultados; se trata, por lo general, de casos clínicos, series de pacientes, no hay revisiones, ni meta-análisis. Es decir que, según la medicina basada en la evidencia, no hay resultados sólidos que avalen su empleo.

Todo ello contrasta con la experiencia diaria muy positiva en nuestras clínicas y con los resultados de estudios menos rigurosos que describen series de cientos de pacientes que han encontrado algún beneficio. Por esa razón las personas que se han encontrado mejor o bien después de un tratamiento con ozono lo repetirían y lo recomiendan.

En nuestro centro Aliviam hemos seleccionado las aplicaciones más eficaces contra el dolor, buscando eliminar el sesgo del efecto placebo, basándonos en los estudios de mayor calidad. Así, se encuentran en nuestra cartera de servicio tres aplicaciones básicas:
  1. ozono epidural, 
  2. discólisis por ozono,
  3. y ozono intraarticular.
Ozono epidural: en caso de hernia discal con compresión y sufrimiento de la raíz nerviosa (neuritis, radiculiditis, radiculopatía) se inyecta el ozono alrededor del mismo nervio espinal (por vía foraminal) obteniendo una difusión epidural. También se accede el espacio epidural a través del hiato sacro (la técnica es conocida como "caudal") cuando se quiere acceder a un amplio número de raíces como en el caso de los trastornos dolorosos que siguen una operación de columna. En ambos casos el ozono actúa como un oxidante estimulando la respuesta natural del organismo, con la consecuente desaparición del edema, mejora de la circulación sanguínea, y estimulación de los fibroblastos para una acción regenerativa.

Discólisis por ozono: cuando es el mismo disco el que duele o está comprimiendo tejido nervioso, la inyección intradiscal de ozono produce especies reactivas del oxígeno cuales peróxido de hidrógeno y el radical hidroxilo, que a la vez reaccionan con los componentes del núcleo discal (hidratos de carbono, proteoglicanos y colágeno), causando su rotura. La reabsorción de estos productos produce la reducción del volumen discal y por tanto también del material herniario, con su consecuente efecto analgésico.


Ozono intraarticular: el mecanismo de acción se basa en la interacción entre la mezcla de oxígeno-ozono con las proteínas libres en el líquido sinovial, causando una serie de efectos biológicos bien conocidos: inactivación de enzimas proteolíticas y estimulación de la proliferación de condrocitos. El ozono no tiene los efectos secundarios de los corticoides, no causa osteoporosis, no debilita los tendones, no altera el metabolismo glucídico.

Sin duda nos faltan aún muchos estudios de calidad para obtener un alto nivel de evidencia, pero cada día son más las pruebas clínicas que nos animan a seguir empleando el ozono en traumatología y tratamiento del dolor.